Los hermanos Fernández Esturillo heredaron el oficio de su padre Manuel y consiguieron progresar mercando y vendiendo millares de toneladas de papas y otros productos cosechados en el campo.
Juan Fernández Esturillo, más conocido en su pueblo de Dúrcal y fuera de él por Juan ‘El de las Patatas Regalo’, tiene 89 años y se mantiene en forma. Su vida ha sido bastante activa. Siempre ha tenido mucha fe en el trabajo. En su casa reina la felicidad. Juan, desde edad temprana fue muy trabajador y responsable. A los siete años empezó a vender almendras tostadas por las calles de su pueblo. La mercancía iba acunada en una cestilla. Juan ‘Regalo’ tenía mucha gracia y finura para la venta. Juan fue y sigue siendo un encantador innato y un hombre de bien. Juan se emociona cuando recuerda algunas de sus vivencias. Sus padres, Manuel Fernández Iglesias y Úrsula Esturillo López, le enseñaron a desenvolverse en la vida comprando y vendiendo papas y otros productos del campo criados en Dúrcal y en otros lugares del Valle de Lecrín y La Alpujarra, principalmente. Juan heredó el carácter arrollador de su progenitor para los tratos. Su mirada es precisa. Ahora su vida transcurre tranquila, entre su familia y amigos.
Juan ‘Regalo’ adoraba a sus padres y a sus tres hermanos ya fallecidos: José (mellizo de él), Ángel y Manuel. Este entrañable durqueño siente gran cariño por su hermana Elisabet y por toda su familia. Juan pudo ir a la escuela para aprender a leer, escribir y hacer cuentas. También aprendió mucho con doña Carmen, la mujer de don Diego, que daba clases particulares en su morada. Juan, desde muy joven, suele acudir a todos los entierros que tienen lugar en Dúrcal. Es muy cumplidor con los que se van de este mundo. En Dúrcal todo el mundo le quiere.
El padre de Juan ‘Regalo’ se dedicó toda su vida a comprar y vender patatas, habichuelas, maiz, garbanzos, etcétera. Le pusieron de apodo ‘Regalo’ porque cuando se cruzaba con alguien preguntaba «¿donde vas regalillo?» y se quedó con ‘Regalo’. También era marchante y mercaba y vendía mulos, vacas, burros y otros animales. A todas las ferias iba porque se le daba muy bien los tratos. Siempre llevaba buena mercancía. Todos sus varones le salieron a él y prosperaron mucho montando algunos de sus hijos grandes almacenes en Santa Fe y en Brenes (Sevilla). Juan y algunos de sus peones compraban cada año un gran número de pilas y montones de patatas en el lugar donde se habían criado y tapado con matas. Junto a la pila tenía lugar el peso con una romana y el envasado en sacos de 50 y 70 kilogramos. Las patatas menudas eran desechadas y utilizadas para cocerlas y mezclarlas con harina de sémola para alimento de los marranos.
Juan Fernández realizó el servicio militar en Barcelona en 1953. Cuando cumplió treinta abriles contrajo matrimonio con la durqueña Elena Rodríguez Melguizo, y tuvieron dos hijos: Juan Manuel (farmacéutico en Pinos del Valle) y Diego (médico), y una hija, Elena, que es médica. Juan, que tiene cuatro nietos y dos nietas, trabajó mucho día y noche y llegó a comprar dos camiones para vender patatas y otros productos, principalmente, en Jerez de la Frontera. Uno de los camiones era conducido por él mismo aunque nunca se sacó el carnet de conducir. Su hermano mellizo sí que lo tenía. A Juan lo pararon en su vida en tres ocasiones la Guardia Civil pero solo para preguntarle donde iba o de donde venía con su vehículo. Los ‘Regalos’ eran muy conocidos por aquellas tortuosas carreteras de Andalucía de entonces. Para llegar por la mañana a Jerez de la Frontera, Juan salía el día antes por la tarde con su camión cargado de sacos de patatas. En aquellos tiempos se solía decir que cuando los primeros astronautas pisaron la Luna ya estaban allí ‘Los Regalos’ pregonando patatas.
Juan, siempre tocado con un sombrerillo, y su familia han tenido fama de ser gente muy formal y seria. Su palabra era y sigue siendo una escritura. Juan siempre iba con una libretilla y un bolígrafo para apuntar y hacer cuentas. También llevaba encima un buen fajo de billetes en el bolsillo para realizar pagos y compras. Juan posee varias fincas de labranza en Dúrcal de excelente calidad. Una de ellas se encuentra en el pago de ‘Las Viñas’ y tiene once marjales de terreno. Todos los días se acerca a verla. Esta y otras tierras las tiene dadas para que otra gente las labre y cuide.
Según Juan Fernández Esturillo «la vida desde cuando yo era joven hasta ahora ha cambiado mucho en Dúrcal y en otras zonas. Yo diría que el mil por mil. Antes había más unión y una palabra dada y en choque de manos se tomaba muy en serio. Se vivía sin tantos lujos. Los campos eran labrados. La tierra no paraba de dar frutos. Después de las papas se sembraba maiz, habichuelas, etcétera. También recuerdo cuando con otros amigos acudíamos a los Baños de Urquízar, al Peñón de los Moros y a la Cueva de los Riscos. Yo me considero católico. A Granada capital acudía en el tranvía. Antes y ahora también acudo a tomar café al bar de Pionono. Felisa, su antigua dueña, era prima hermana mía por dos veces. Más de la mitad de mis amigos de siempre ya han muerto. Esa es la vida. Casi nunca he salido a otros lugares por placer. Resido en la misma casa donde me casé, frente al ya desaparecido molino de aceite de Antelo. A mi cochera acuden todos los días amigos para charlar y jugar al paulo. Uno de ellos es Guillermo Romera García, de 91 años de edad, nacido en Doña María (Almería) y residente con su hijo en Dúrcal. Algunas de las sillas de la cochera con asientos de anea las fabricó artesanalmente el vecino de la casa de mis padres, Ramón Vílchez ‘El Sillero’, esposo de Ana Valero.
Artículo original en Ideal.