Desde hace siglos Dúrcal celebra en el campo el Domingo de Resurrección y el Lunes de Pascua una gran fiesta donde no faltan los hornazos, el choto al ajillo, las pasas, el remojón, el vinillo de Málaga, el jamón, y otros productos del terruño.
Los días están acompañando en Dúrcal y la gente se va al campo a celebrar con muchas viandas la Fiesta de los Hornazos el Domingo de Resurrección y el Lunes de Pascua. Estos días son sagrados en Dúrcal. En este evento se consumen en cortijos y en pleno campo miles de panecillos de pan de aceite con un huevo duro de gallina clavado en el centro. También, existe la costumbre en este pueblo granadino del Valle de Lecrín de romper a media tarde los huevos en las cabezas de las personas más despistadas que se encuentren más a mano para desearle salud, dinero y amor.
De esta guisa los vecinos de Dúrcal celebran su tradicional Fiesta de la Pascua de los Hornazos. Hasta hace unas décadas el primer día festivo se celebraba en los campos de la aldea de Marchena. Unos iban andando, otros en caballerías, otros en vehículos y otros en el añorado tranvía. Mucha gente de Cozvíjar, Nigüelas y Padul, principalmente, se sumaban a la fiesta.
Allí, en zonas como ‘Los Inatraes’, ‘El Trance Alto’ o el ‘Huertezuelo’, grupos de jóvenes y mayores entre bromas, chistes, risas, canciones y mucha diversión, comenzaban a degustar a dos carrillos suculentos platos de choto al ajillo, chuletas de cerdo o cordero a la brasa, ensalada de pimientos, tomate y lechuga, remojón de naranja… Eso sí, todo regado con mosto de doña Concha la Farmacéutica, Gregorio Ortiz y otros bodegueros y pisadores de uva.
Además, era costumbre consumir la añorada gaseosa elaborada junto al puente de Isabel II de Dúrcal por Manuel y su hermano Antonio Ferrer, cerveza no tanta y vino dulce de Málaga adquirido en ‘La Bodega’ y en las tiendas de ‘Los Tizones’, Rosario, Ana, María… Después, era y sigue siendo costumbre, jugar a las cartas como entretenimiento nada más. Desde hace unos lustros la gente suele ir a celebrar los dos días festivos, principalmente, junto al río de Dúrcal y alrededores.
Cuando llega la tarde, y para no perder la costumbre de comer, se siguen empezando las tripas de salchichón y chorizo para, y acto seguido degustar el célebre hornazo elaborado con harina, levadura, sal y uno o dos huevos duros, antiguamente realizados en las afamadas tahonas de Virtudes, Dolores, María Luisa, Pescado y Carlos. También, era y sigue siendo tradicional consumir uvas pasas, naranjas de El Valle de Lecrín, plátanos de Canarias y chocolate en porciones acompañado de bollos de pan de aceite pero sin huevo.
Al día siguiente, Lunes de Pascua, la fiesta continuaba y sigue continuando pero en otro lugar, junto al río Dúrcal, salpicado de álamos, choperas, frutales, arroyos y bancales. Unas personas realizaban las comilonas campestres en la zona de Márgena, otras en cambio por los alrededores de la Cuesta de la Fidea, la Poza de Pipa el pastor, la Boca de las Presas, Las Cuevas, El Barranco de los Lobos o Las Arenillas. Al siguiente día, aunque ya no era fiesta local, los niños y niñas, principalmente, solían acudir en pandillas con su merendica hornacera a las ‘Heras de Balina’, ‘La Graja’, ‘Darrón’ y ‘Almócita’.
Y si llovía en esos días las fiestas se celebraban pero en las casas, algunas provistas de mecedores para grandes y pequeños. Una de las casas que agrupaba a más niños si hacía mal tiempo en las fiestas era la posada de María Pérez, nacida en el municipio alpujarreño de La Taha de Pitres, y en la morada de Dolores y Serrano. Después, era costumbre ir al cine de Dúrcal (el Lecrín Cinema) de la familia Padial y comprar algún dulce o golosina en las pastelerías de Pura y ‘La Churra’ y a la entrañable y recordada Rosa ‘La Rorra’ que se aposentaba sentada en una silla baja de anea (realizada por Ramón ‘El Sillero’) con su cesta de mimbre en la plaza, junto a las dos carteleras del cine que por aquellos entonces, una de ellas (por que la otra estaba claveteada de fotos de la película de turno), era pintada por Rafael Vílchez Valero ‘El Sillero’ (fallecido en 1983).
Una vecina de Dúrcal, Concha Melguizo (ya fallecida) recordaba que cuando era mozuela existía una tradición en Dúrcal que casi ha desaparecido en la que los mozos manifestaban sus sentimientos hacia su amada o amiga colgándole ramitas, y a veces grandes ramas, en su ventana o balcón. Si le ponían azahar indicaba que se quería casar; si era de cerezo, que le quería dar un beso; si era de laurel, que la quería ver; si era de olivo, significaba que te olvido; si era de sarmiento, que me arrepiento; y si era de higuera, que se iba a quedar soltera. Los padres de las jóvenes se lo tomaban con buen humor y cuando escuchaban las serenatas que les dedicaban a sus hijas los invitaban a tomar dulces y licores. También, si alguna madre cuando se levantaba temprano veía en la puerta o ventana de su casa una rama de olivo, sarmiento o higuera la hacía desaparecer para que su hija no sufriera cuando saliera a la calle.
Enclavada en la vertiente suroccidental de Sierra Nevada, junto al río de su nombre y un ramillete de puentes, entre ellos el denominado ‘Puente de Lata’ que es de hierro y que servía en otros tiempos para que transitara el tranvía Dúrcal-Granada, se encuentra la bella localidad de Dúrcal, situada a 782 metros de altitud. Sus habitantes residen, principalmente, en los siguientes barrios: La Estación, Bajo, Darrón, Almócita, La Iglesia y la barriada de Marchena. Dúrcal posee entre otras buenas cosas un estupendo y milenario manantial de aguas termales en el paraje de ‘Los Baños de Urquízar’, a unos tres kilómetros de la población, junto al río Dúrcal y muy cerca del término municipal de precioso pueblo de Cónchar. Dúrcal es un pueblo muy interesante, digno de conocer. Gozan de mucha fama sus comercios, sus empresas y empresarios, sus chacinerías y tahonas, su fábrica de patatas fritas, entre otras muchas cosas. Mucha gente de otros pueblos cercanos se acercan a Dúrcal para también celebrar la Pascua de los Hornazos, como se suele llamar en Dúrcal.