El el libro Historia del rebelion y castigo de los moriscos del Reyno de Granada, de Luys del Marmol Caruajal (año 1600) se encuentran algunas aventuras en los que varios personales se encuentran en Dúrcal.
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Historia del rebelion y castigo de los moriscos del Reyno de Granada
Vino del Albaicín Aben Humeya (moro de la nobleza) camino de las Alpujarras y paró en Béznar en casa de su tío. El tío reunió a su familia, señores del Valle, Los Valoris y a los moros importantes de esta tierra y de Órgiva. Acordaron nombrar a Aben Humeya (Fernando de Válor) rey de los moriscos, para que les guiase en la rebelión. Vino Aben Farax y dijo que a él lo habían nombrado para ello los moriscos del Albaicín. Al final acordaron que Aben Humeya fuera el rey de los moriscos bajo un olivo de Béznar, el 24 de Diciembre de 1568.
Sabiendo pues que los rebelados estaban hechos señores de Alpujarra y Valle y, temiendo viniesen a serlo aún de la Vega, llegó el marqués de Mondéjar al Padul con tropas cristianas el 4 de Enero de 1569, con dos mil infantes y cuatrocientos caballos.
Esa misma noche fue atacado Dúrcal por los moriscos.
Custodiaban el lugar de Dúrcal el capitán Lorenzo de Ávila, a cargo de la Infantería y el capitán Gonzalo de Alcántara con cincuenta caballos. Sabían estos capitanes que iban a ser atacados porque el día anterior, habían capturado a dos espías que envió el capitán morisco del Valle, Miguel de Granada Xaba a que le informaran de cómo estaba protegido Dúrcal.
Uno de estos espías fue hallado cuando rompía el caz del molino de harina del que provenían las tropas. Este no confesó aunque lo hicieron pedazos en el tormento. El otro espía era un muchacho que sí confesó a persuasión del doctor Ojeda, vicario de Nigüelas, que fue quien lo hizo prender. Dijo que los monfíes habían entrado en Albuñuelas y quemado la iglesia, que, aunque se rebelaron muchos, su alguacil, Bartolomé de Santa María (morisco) había logrado meterlos en razón y salvar a su beneficiario, el bachiller Ojeda, a quien envió al Padul. Contó como Xaba, capitán de los moriscos del Valle, había juntado muchos moros de Órgiva, Valle, Motril y Salobreña para atacar Dúrcal, teniendo entre ellos 300 tiradores.
Lorenzo de Ávila luchó ferozmente en la plaza donde fue herido de saeta que le atravesó entre ambos muslos. Fue retirado a la iglesia. Gonzalo de Alcántara hizo frente a un gran grupo de moriscos que le entró por el camino de Márgena.
Era tanta la turbación en este punto que hubo quienes dejaron las armas, otros que se perdieron, otros de la iglesia, reclamados por los de Márgena, que no osaron salir de ella, antes por el contrario, se escudaban detrás de los compañeros para no ser muertos. No faltaron muchos valerosos que lucharon aun solos.
Los moros, viendo la resistencia de los que luchaban y el estruendo de los que huían, creyendo que éstos les atacaban, pues era mucha la niebla, comenzaron a retirarse de Márgena.
Fue Gonzalo de Alcántara a la plaza y vio a Lorenzo de Ávila herido, luchando y queriendo sacar a la gente de la iglesia para pelear, mas volvió a su puesto porque los moros regresaban a Márgena.
Quisieron irse con él cuatro frailes franciscanos y cuatro jesuitas, ya que los soldados no lo hacían, pero no lo consintió. Llegó un moro con una bandera verdadera por la parte norte de la plaza, junto a un mesón (creemos que la posada destruida hace pocos años por un incendio y hoy edificio nuevo con tienda de muebles) dando fuertes alaridos. Fue muerto por Gonzalo de Alcántara.
Tres moros que lo seguían atacaron a éste, hiriéndole en la cara, si bien lo socorrió un soldado de Antequera llamado Juan Ruiz Cornejo que mató a dos de ellos. Se acercó un fraile a Gonzalo de Alcántara, con un crucifijo en la mano, animándolo en la lucha; una pedrada derribó el crucifijo; Gonzalo juró que no había de dejar moro vivo y, ayudado por Cornejo, mató al moro que lanzó la piedra.
El capitán Alonso de Contreras, que luchaba en una calle, fue herido de saeta envenenada con yerba y murió; así también Cristobal Márquez, alférez de Gonzalo de Alcántara.
Salió la caballería de Márgena y, no pudiendo pasar a la plaza por la cantidad de moros que se hallaban en sus calles, dio un rodeo por el campo, tocando las trompetas. Creemos que entraron por la Crucecica ya que el Darrón estaba separado como barrio aparte y los moros creyeron que habían llegado los refuerzos cuando los moros ya había huido.
Murieron aquella madrugada veinte soldados cristianos.
Xaba se fue a Poquira habiéndole sidos muertos doscientos moros. Aben Humeya quiso cortarle la cabeza. El marqués de Monéjar felicitó a los heroicos capitanes, envió los heridos a Granada y se quedó en Dúrcal cuatro días, antes de pasar a las Alpujarras.