Es costumbre que gran cantidad de carretas engalanadas y romeros acompañen a la imagen del santo hasta Marchena para pasar el día en pleno campo cantando, bailando y consumiendo productos del terruño
En Dúrcal no se va a poder celebrar la multitudinaria y célebre y romería en honor a San Isidro Labrador por la crisis sanitaria derivada del coronavirus. La imagen de San Isidro Labrador se encuentra en la ermita consagrada a San Blas bendito, terminada de edificar en 1448. La romería atraviesa el pueblo y llega a un espléndido paraje de Marchena. La tarde anterior es bajada la imagen desde la ermita a la iglesia consagrada a la Inmaculada Concepción, construida en el siglo XVI.
Después de la celebración de la liturgia tiene lugar la verbena. Al siguiente día la imagen del santo protector de los campesinos es instalada unas veces en un carro y otras en un tractor para realizar el camino. Le siguen muchos romeros a caballo, en carretas y andando. Al atardecer, después de un día en pleno campo saboreando productos del terruño, los romeros devuelven a San Isidro Labrador a su recinto religioso, visitado en numerosas ocasiones por Fray Leopoldo de Alpandeire. San Isidro nació en Madrid en 1081 y falleció el 15 de mayo de 1172, a los 91 años de edad.
Dúrcal es un pueblo fascinante, de indudables contrastes visuales. Llanos, bancales, secanos, puentes (uno de ellos romano), baños sanadores, un río, montañas con misteriosas grutas, restos del pasado árabe, la cueva ‘encantada’ de ‘Vacamia’, etcétera. No es de extrañar que cada vez más personas escojan este lugar de la comarca granadina del Valle de Lecrín para disfrutar de todos sus encantos.
Dúrcal venera mucho a San Isidro, San Blas, San Ramón, la Virgen del Carmen, la Santa Cruz… En otros tiempos esta pueblo fue tierra de emigrantes y vendedores de papas. Existe un dicho que dice, en broma, que cuando los astronautas americanos pisaron por primera vez la luna se encontraron allí a ‘Los regalos’ pregonando papas a peseta el kilo. Hace muchos años, Rosa la ‘Rorra’, vendía por el pueblo y junto a las dos carteleras del cine de Manuel Padial, chucherías acunadas en una cesta de mimbre. A Pura, en verano, se le veía tirando del carrito pregonando helado con una trompetilla. Ángela y el padre de Paquito se encargaban de vender tabaco; Serrano mercaba jamones para revenderlos a los más pudientes de Granada capital. María defendía su posada. En Dúrcal había más. Antonio ‘El sastre’, hijo de Rosario, y las modistas se empleaban a fondo para que todos los encargos estuviesen a punto para las fiestas. El tranvía Dúrcal-Granada funcionaba desde muy temprano hasta la noche.
Juan y Bautista y el otro Juan ‘El de la tienda’ trabajaban en sus talabarterías. Miguel vigilaba sus futbolines para que no le hiciesen trampa. Maria hacía churros y freía papas. Los hermanos José, Ramón y Rafael confeccionaban sillas con madera de álamo y asientos de anea de la laguna del Padul y del Río Guadalfeo de Órgiva. Mateo vendía botones, cremalleras, quincallas, etcétera. Rosario y Ana, en sus respectivas tiendecillas, entre otras cosas, partían bacalao con mucha destreza. Pedro, que tenía un coche muy pequeño que carecía de marcha atrás, se encargaba de cobrar casa por casa los recibos de la luz. Alrededor de la plaza había espléndidos comercios, un quiosco y un despacho de gasolina. En la plaza también se instalaban pilas de sandías y melones. Funcionaban varios molinos. Gregorio Ortiz, Concha ‘La boticaria’, Diego y otros, vendían vino a granel. Francisco, ayudado por Fernando y Antonio, se encargaba del calzado para las fiestas y días laborables. El ‘Tordo’, ‘Pionono’, ‘El Moreno’… se ganaban la vida con carros de transporte tirados por animales..
Juanico ‘El herrador’ hacía su trabajo después de ‘apañar’ y ordeñar a mano a sus vacas. ‘Pipa’ y Justo pastoreaban las cabras del vecindario a cambio de una pequeña cantidad de dinero. Un niño de María `La Picanta’ pregonaba tortas y bollos por las calles. José Valero, en silla provista de cuatro cojinetes, vendía en su taberna de ‘El Darrón’ vino de Albondón. Juan, Diego y otros, vendían y pregonaban rico pan con sus dóciles burras de pelo blanco. Escamez, ‘Pionono’ Bautista, ‘El Corona’ y otros taberneros se encargaban de las bebidas y de las olorosas tapas. Federico y sus hermanos, y otros ilustres carpinteros, de los trabajos en madera; ‘Bombea’ de la fragua. Candido, que también era zapatero, y sus demás compañeros, de tocar en la banda de música. Muchas mujeres bordaban. Y muchos hombres hacían soga con esparto. Antonio dirigía el molino de Antelo. Los guardas guardaban el campo y las eras. Don Evaristo se encargaba de curar y sanar. Samuel se encargaba de comprar y vender bestias. Muchas personas hilaban esparto en ruedas de madera.
José Puertas se encargaba de la alcaldía y de dar clase en las escuelas nacionales de Balina junto a Juan Tamayo, Ramón, Enrique, Diego… Don Eugenio se encargaba de la iglesia. Blas, Antonio y otros compañeros, de afeitar y pelar a grandes y pequeños. El ‘Izforeño’ se encargaba de la portería y otros menesteres del palacio de don Celestino. La familia Ferrer se encargaba de fabricar gaseosas y barras de hielo… Vicente Gutiérrez vendía guano y Gijón poseía una impresionante ferretería. Penela y Ángel se encargaban de vender camisas, pantalones, vestidos… Ramiro se encargaba del cementerio. Blas confeccionaba serones y espuertas con pleita. Joaquín y Barragán pastoreaban ganado y vendía carne en el mercado. El ‘Niño la Virgen’ compraba fruta en el árbol. Otros vecinos se dedicaban al trasporte público como, y por ejemplo, Manolo ‘Fonda’. Eran otros tiempos.