Aunque no se tiene constancia de la autoría de este análisis, hace un tiempo se realizó un estudio que comparaba ciertas imágenes del Jesús Nazareno de distintas zonas de España con la imagen de Dúrcal.
En el caso del Jesús Nazareno de Dúrcal, resulta cuanto menos curioso el tratarse, una vez más, de un Cristo con la cruz. Como decimos, la obra sigue punto por punto todo cuanto hemos indicado: cuerpo algo flexionado, pierna izquierda adelantada, cruz -de sección rectangular- en el hombro izquierdo y cabeza girada a su derecha, peluca de pelo natural, etc.
Si bien, algunos detalles lo alejan ligeramente del resto. Entre ellos, señalar en primer lugar la barba, bastante más corta y trabajada de manera más somera, sobre todo en las mejillas, alcanzando un mayor desarrollo en la barbilla, aunque en este caso sin ese pequeño mechón bajo la boca. Los labios responden de igual modo al modelo común, más carnoso el inferior y con forma de M, podríamos decir, el superior.
Similar es, también, el modelado de la nariz así como el entorno de los ojos, vítreos y de color marrón, en los cuales la principal diferencia radica en los párpados superiores, más abiertos, aportando un mayor dramatismo al rostro, a lo que contribuye igualmente la pérdida de las pestañas de material. Por otro lado, si la imagen de Alhendín se encontraba estrechamente ligada a Jesús Caído, ésta de Dúrcal se nos antoja quizás más próxima al Señor del Huerto, tal y como se deduce del material gráfico adjunto.
En lo referente a la policromía, consideramos un tanto absurdo su comparación, ya que la capa polícroma siempre es el elemento más susceptible de sufrir alteraciones con el paso del tiempo, resultando difícil saber si se trata o no de la original. En cualquier caso, todas van a presentar los regueros de sangre producidos por la corona de espinas, a excepción, lógicamente, del Huerto; asimismo, en la mayoría se da la coincidencia del hematoma del pómulo izquierdo. Sobre el estado de conservación, quizás sea la imagen de Dúrcal la que más daños presenta, siendo numerosas las lagunas tanto de color como de preparación, principalmente en la frente, nariz y ambos meñiques.
Llegados a este punto, hemos realizado un análisis pormenorizado de la postura que adopta el cuerpo y la cabeza, así como de los rasgos faciales. Debido a la imposibilidad de visualizar correctamente los pies, aunque salta a la vista las semejanzas entre ambas imágenes cordobesas, sólo resta referirnos a las manos, trabajadas con suma delicadeza, en ellas también es posible establecer puntos en común, basta con observar ese estudio anatómico que resalta huesos, venas y tendones; el modo en que se doblan los pulgares será algo que se repita. De hecho, la mano izquierda del Nazareno de Alhendín, por ejemplo, el giro brusco de la muñeca en señal de crispación, recuerda y mucho a las manos del Cristo de la Oración en el Huerto cordobés.
Finalmente, hemos de citar como aditamento la corona de espinas, de orfebrería y acompañadas del típico nimbo -en lugar de las habituales potencias- en el caso de las efigies granadinas.
Conclusiones: autoría y datación
Tal y como se apuntaba al comienzo del presente estudio, la imagen de Jesús Caído debió de realizarse en algún momento de la segunda mitad del siglo XVII, coincide por tanto con la fecha de ejecución estimada para el Nazareno de Alhendín, mientras que la hechura del Nazareno de Dúrcal se ha situado en el siglo XVIII algo, a todas luces, erróneo vista la afinidad existente con el resto de imágenes.
En ese periodo, el taller más activo en la ciudad de Granada era el de Pedro de Mena, esto seguramente ha llevado a relacionar la imagen del Caído con dicho escultor. Ésta es una teoría que, aunque no podemos descartar, verdaderamente parece como poco cuestionable; carece de una base lo suficientemente sólida, por lo que puede crear confusión.
Y es que, según criterio, este grupo de imágenes emparentadas entre sí en el que nos hemos centrado, presenta unos rasgos comunes que, en efecto, se apartan considerablemente de las características propias del estilo de Mena, claramente definido a pesar de la multitud de obras salidas de su taller y la presencia de no pocos seguidores de su estética.