La XXVI edición del Certamen nacional de cartas de amor ‘Los mayores también amamos’ ya tiene ganadores. Juan Carlos Somoza García, de Bilbao, Antonio Mejías Melguizo, de Dúrcal ( Granada ) y Perla Díez Arcos, de Madrid, han obtenido el primero, segundo y tercer premio respectivamente de esta edición que ha logrado mantener las cifras de participación por encima del centenar. Juan Ignacio Perucho Parra, premio a la mejor carta local, completa el plantel de ganadores.
En concreto han llegado vía correo electrónico un total de 106 textos procedentes mayoritariamente de la Comunidad de Madrid (5 de Valdemoro), aunque también han competido autores y autoras de Andalucía, Aragón, Asturias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Castilla-León, Cataluña, Comunidad Valenciana, Galicia, Islas Canarias, Murcia, Navarra y País Vasco.
Todo un éxito para un año en el que no habrá gala de San Valentín, ni estancias en destinos vacacionales -los premios han consistido en cantidades económicas que van de los 250 a los 100 euros- ni posibilidades de que los firmantes de las cartas ganadoras se desplacen hasta Valdemoro para recibir su galardón y hacer públicas sus sentidas líneas románticas.
Un aniversario en la distancia
Con el seudónimo de pseudoagibílibus, el bilbaíno Somoza firma la carta Mañana no podré ir a verte, que parte del 60º aniversario de una pareja que, por primera vez, no va a poder estar junta en una fecha tan señalada. Ella está en una clínica; él en una residencia. Desde la habitación del hospital y ayudada por una enfermera, la esposa le remite al esposo palabras cargadas de metáforas amorosas, siempre encabezadas por el título de la carta, en las que combina entre paréntesis recordatorios de cuidados cotidianas.
A los líricos párrafos dictados por la sanitaria tales como “Sueño con que tus ojos se pierden por esta habitación (…) pienso que nací para amarte y mi alma te ha cortado a su medida”, “te nombro con el grito mudo del silencio”, “brota en mi piel un halo de certidumbre cuando te acercas” o “Vivo escalando la cima de tus sienes” le siguen otros más prosaicos en los que advierte a la residencia de que no se olviden de arreglarle las patillas de las gafas para que no le hagan daño, que traten de convencerle para que mastique bien, que no le obliguen a hacer cosas que no quiera y que recuerden que a pesar de la edad y las enfermedades “necesitamos amor”.
Sin despedida por la pandemia
Despedida es el título de la carta firmada por Alcaraván, sobrenombre de Antonio Mejías, en la que el granadino se dirige a su querida Manuela para manifestarle su amor a través de simples palabras “que no pesen, que solo sugieran, que tengan más melodía que significado (…) que no digan nada para decirlo todo” cuando en realidad lo que desearía es: “mirarte, hundir mis manos en tu pelo, rozar levemente con mis dedos la curva perfecta de tus labios…”.
Según avanza el texto, el autor ofrece un tristemente repetido y escalofriante relato de por qué está distanciado de Manuela: “A partir de ahora odiaré los hospitales, porque me robaron tus últimos días, cuando el aire hecho metal es incapaz de entrar en tu pecho, cuando las enfermeras vestidas de astronautas te dicen adiós desde muy lejos para disimular sus lágrimas, mientras tú vas aprendiendo a morirte sola”.
Sobre el devastador paso del tiempo
En No me dijiste adiós, firmada por Ostra Rizada, la madrileña Perla Díez compone un relato en el que se vislumbra cómo el devastador paso del tiempo va dejando vacío, enfermedad, soledad… La protagonista se dirige al “querido señor ausente”, del que no recuerda el nombre, aunque también ha olvidado el suyo. No sabe si han pasado meses o años pero ve que la cama está vacía, en la mesa solo hay un vaso, en el sofá queda demasiado espacio… Los días se le hacen largos y la preocupación por dónde habrá ido y cómo estará aquel con el que compartió todo, impulsan a la mujer a tomar una decisión: “Llevábamos tantos años siempre juntos, que no es fácil estar separados. Mirá, que me voy a buscarte, verás qué bien cuando nos encontremos”.
Reflexiones durante el confinamiento
El valdemoreño Juan Ignacio Perucho, bajo el alias El Charro, ha sido merecedor del premio local 2021 por Carta de amor eterno. Con un encabezamiento al modo clásico “Mi querida esposa”, el texto se remite a los días del confinamiento “por un virus letal” y ofrece reflexiones acerca de los verdaderos valores como el amor con mayúsculas. El agradecido esposo recuerda que dado que “hay cosas en el mundo que no se pueden comprar (…) tú me lo regalaste (…) y ha sido el elixir de nuestra felicidad, que es lo que el coronavirus nos trata de arrebatar”. A lo largo de las líneas aparece un pasado lleno de dichas expresadas con profusión de figuras retóricas y expresiones poéticas, tales como “corcel desbocado”, “néctar de pasión”, “arroyo cristalino” o “mar de nuestra felicidad” para concluir con un anhelo: “cuando emprendamos el último viaje, quizá en las fauces del coronavirus infernal, deseo que ambos vayamos juntos, y que nos pueda dar tiempo de darnos el último beso de amorosa despedida”.
Artículo original en Actualidad21.